miércoles, 23 de diciembre de 2009

Se deja de querer

Se deja de querer, y no se sabe´

por qué se deja de querer:

Es como abrir la mano y encontrarla vacía,

y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue.

Se deja de querer, y es como un río

cuya corriente fresca ya no calma la sed;

como andar en otoño sobre las hojas secas,

y pisar la hoja verde que no debió caer.

Se deja de querer, y es como el ciego

que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren;

o como quien despierta recordando un camino,

pero ya sólo sabe que regresó por él.

Se deja de querer, como quien deja

de andar por una calle, sin razón, sin saber;

y es hallar un diamante brillando en el rocío,

y que, ya al recogerlo, se evapore también.

Se deja de querer, y es como un viaje

detenido en la sombra, sin seguir ni volver;

y es cortar una rosa para adornar la mesa

y que el viento deshoje la rosa en el mantel.

Se deja de querer, y es como un niño

que ve cómo naufragan sus barcos de papel;

o escribir en la arena la fecha de mañana

y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.

Se deja de querer, y es como un libro

que, aun abierto hoja a hoja, quedó a medio leer;

y es como la sortija que se quitó del dedo,

y sólo así supimos que se marcó en la piel.

Se deja de querer, y no se sabe

por qué se deja de querer...

(José Ángel Buesa)

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