viernes, 29 de octubre de 2010

sábado, 16 de octubre de 2010

Una siesta de doce años

Carles Capdevila / Periodista

Educar debe de ser una cosa parecida a espabilar a los niños y frenar a los adolescentes. Justo lo contrario de lo que hacemos: no es extraño ver niños de cuatro años con cochecito y chupete hablando por el móvil, ni tampoco lo es ver algunos de catorce sin hora de volver a casa.

Lo hemos llamado sobreprotección, pero es la desprotección más absoluta: el niño llega al insti sin haber ido a comprar una triste barra de pan, justo cuando un amigo ya se ha pasado a la coca.

Sorprende que haya tanta literatura médica y psicopedagógica para afrontar el embarazo, el parto y el primer año de vida, y que exista un vacío que llega hasta los libros de socorro para padres de adolescentes, esos que lucen títulos tan sugerentes como Mi hijo me pega o Mi hijo se droga . Los niños de entre dos y doce años no tienen quien les escriba.

Desde que abandonan el pañal (¡ya era hora!) hasta que llegan las compresas (y que duren), desde que los desenganchas del chupete hasta que te hueles que se han enganchado al tabaco, los padres hacemos una cosa fantástica: descansamos. Reponemos fuerzas del estrés de haberlos parido y enseñado a andar y nos desentendemos hasta que toca irlos a buscar de madrugada a la disco. Ahora que al fin volvemos a poder dormir, y hasta que el miedo al accidente de moto nos vuelva a desvelar, hacemos una siesta educativa de diez o doce años .

Alguien se estremecerá pensando que este período es precisamente el momento clave para educarlos. Tranquilo, que por algo los llevamos a la escuela. Y si llegan inmaduros a primero de ESO que nadie sufra, allá los esperan los colegas de bachillerato que nos los sobreespabilarán en un curso y medio, máximo dos. Al modelo de padres que sobreprotege a los pequeños y abandona los adolescentes nadie los podrá acusar de haber fracasado educando a sus hijos. No lo han intentado siquiera.

Los maestros hacen algo más que huelga o vacaciones, y la educación es bastante más que un problema.

Pido perdón tres veces: por colocar en un título tres palabras tan cursis y pasadas de moda, por haberlo hecho para hablar de los maestros, y, sobre todo sobre todo, porque mi idea es -lo siento mucho- hablar bien de ellos.

Sé que mi doble condición de padre y periodista, tan radical que sus siglas son PP, me invita a criticarlos por hacer demasiadas vacaciones (como padre) y me sugiere que hable de temas importantes, como la ley de educación (es lo mínimo que se le pide a un periodista esta semana).

Pero estoy harto de que la palabra más utilizada junto a escuela sea 'fracaso' y delante de educación acostumbre a aparecer siempre el concepto 'problema', y que 'maestro' suela compartir titular con 'huelga'. La escuela hace algo más que fracasar, los maestros hacen algo más que hacer huelga (y vacaciones) y la educación es bastante más que un problema. De hecho es la única solución, pero esto nos lo tenemos muy callado, por si acaso.

Mi proceso, íntimo y personal, ha sido el siguiente: empecé siendo padre, a partir de mis hijos aprendí a querer el hecho educativo, el trabajo de criarlos, de encarrilarlos, y, mira por donde, ahora aprecio a los maestros, mis cómplices. ¿Cómo no he de querer a una gente que se dedica a educar a mis hijos?

Por esto me duele que se hable mal por sistema de mis queridos maestros, que no son todos los que cobran por hacerlo, claro está, sino los que son, los que suman a la profesión las tres palabras del título, los que mientras muchos padres se los imaginan en una playa de Hawai están encerrados en alguna escuela de verano, haciendo formación, buscando herramientas nuevas, métodos más adecuados.

Os deseo que aprovechéis estos días para rearmaros moralmente. Porque hace falta mucha moral para ser maestro. Moral en el sentido de los valores y moral para afrontar el día a día sin sentir el aprecio y la confianza imprescindibles. Ni los de la sociedad en general, ni los de los padres que os transferimos las criaturas pero no la autoridad.

¿Os imagináis un país que dejara su material más sensible, las criaturas, en sus años más importantes, de los cero a los dieciséis, y con la misión más decisiva, formarlos, en manos de unas personas en quienes no confía?

Las leyes pasan, y las pizarras dejan de ensuciarnos los dedos de tiza para convertirse en digitales. Pero la fuerza y la influencia de un buen maestro siempre marcará la diferencia: el que es capaz de colgar la mochila de un desaliento justificado junto a las mochilas de los alumnos y, ya liberado de peso, asume de buen humor que no será recordado por lo que le toca enseñar, sino por lo que aprenderán de él.

Gracias por este artículo señor Capdevila











domingo, 10 de octubre de 2010

Curso de fondant en el Ceip San Isidro de Gáldar


Hola, hoy quiero compartir contigo una "dulce" experiencia que tuve el pasado viernes junto algunas de mis compañeras maestras y algunas madres del colegio.
En la imagen puedes ver lo que aprendimos a hacer gracias a Mónica Cupcakes una chica estupenda que nos enseñó a hacer el fondant. Como puedes ver, se pueden hacer cosas muy lindas para animar celebraciones o por el simple gusto de presentar las cositas mejor.
Visita el blog de Mónica en el enlace que puedes encontrar casi al final de este blog o pinchando en la siguiente dirección http://monicacupcakes.blogspot.com/ si quieres ver el reportaje completo...vale la pena.
Si quieres vivir esta linda experiencia puedes ponerte en contacto directamente con Mónica, ya que tienes la manera de hacerlo en su blog.
Besitos de colores dulcesss!!! y anímate a hacerlo en tu cole o en tu casa para algunas amigas.

(lo de la foto lo hice yo, jijijijijijijijijijiji ¿ a que da pena comérselo?)
Y estas somos nosotras

jueves, 7 de octubre de 2010

domingo, 3 de octubre de 2010

¿Has oído hablar de la lluvia de animales?

Gracias a la prensa escrita, en la época moderna se han generado muchos testimonios, atestiguados por un mayor número de personas, lo cual les incrementa su confiabilidad. A continuación se listan algunos ejemplos:

En 1578, grandes ratones amarillos cayeron sobre la ciudad noruega de Bergen.

Según un tal John Collinges, una lluvia de sapos azotó la aldea inglesa de Acle, en Norfolk. El tabernero del lugar los retiró por centenas.

El 16 de febrero de 1861, la ciudad de Singapur sufrió un temblor de tierra, seguido de tres días de abundantes lluvias. Tras el final de las lluvias, los habitantes de Singapur vieron que en los charcos había miles de peces. Algunos de ellos afirmaron haberlos visto caer del cielo, aunque otros se mostraron más reservados al dar su testimonio. Cuando las aguas se retiraron, se encontraron otros peces en los charcos que se habían secado, notablemente en lugares que no habían sufrido inundaciones.

La revista Scientific American registra el informe de un chubasco de serpientes que alcanzaban alrededor de 45 cm) en Memphis, el 15 de enero de 1877. En Estados Unidos, se registraron más de quince informes de lluvias de animales, solamente en el siglo XIX.

En junio de 1880 se abatió una lluvia de codornices sobre Valencia (España).

El 7 de septiembre de 1953, millares de ranas cayeron del cielo sobre Leicester, en Massachusetts, Estados Unidos.

En 1968, los diarios brasileños registraron una lluvia de carne y sangre, sobre un área relativamente grande.

Canarios muertos cayeron en la ciudad de St. Mary’s City, en Maryland (Estados Unidos), en enero de 1969. Según el diario Washington Post del 26 de enero de ese año, el vuelo de los canarios se interrumpió súbitamente, como si hubiera habido una explosión, que nadie vio ni escuchó.

En 1978, llovieron cangrejos en Nueva Gales del Sur, en Australia.

En 2002, llovieron peces en Grecia. El diario Le Monde escribió:

Explicación científica
En contra de la mayoría de sus colegas contemporáneos, el físico francés André-Marie Ampère consideró que los testimonios de lluvias de animales eran verdaderos. Ampère intentó explicar las lluvias de sapos con una hipótesis que después fue aceptada y refinada por los científicos. Ante la Sociedad de Ciencias Naturales, Ampère afirmó que en ciertas épocas los sapos y las ranas vagabundean por los campos en grandes números, y que la acción de vientos violentos puede capturarlos y desplazarlos a grandes distancias.
Más recientemente, apareció la explicación científica del fenómeno, que involucra a las trombas marinas. En efecto, los vientos que se arremolinan debajo del meteoro son capaces de capturar objetos y animales, gracias a una combinación de la depresión en la tromba, y de la fuerza ejercida por los vientos dirigidos hacia ésta.
El 16 de febrero de 1861, la ciudad de Singapur sufrió un temblor de tierra, seguido de tres días de abundantes lluvias. Tras el final de las lluvias, los habitantes de Singapur vieron que en los charcos había miles de peces...
En consecuencia, estas trombas, o incluso tornados, transportaran a los animales a alturas relativamente grandes, recorriendo además grandes distancias. Los vientos son capaces de recoger a los animales presentes en una superficie relativamente extensa, y los dejan caer, en masa y de manera concentrada, sobre puntos localizados. Más específicamente, algunos tornados y trombas podrían secar completamente una charca, para dejar caer más lejos el agua y la fauna contenida en ésta, en forma de «lluvia de animales».
Esta hipótesis aparece reafirmada por la naturaleza de los animales de estas lluvias: pequeños y ligeros, generalmente surgidos del medio acuático, como batracios y peces. También es reafirmante el hecho de que, con frecuencia, la lluvia de animales está precedida por una tormenta. Sin embargo, hay algunos detalles que no han podido ser explicados. Por ejemplo, el que los animales a veces sigan vivos aún después de la caída, y algunos de ellos en perfecto estado. Otro aspecto es que normalmente cada lluvia de animales se manifiesta con una sola especie a la vez, casi nunca mezclándolas ni incluyendo algas u otras plantas.
Esta aparente anomalía se podría explicar en el caso de los pájaros, si la tromba atraviesa una parvada en particular que se encuentra en pleno vuelo, especialmente en épocas de migraciones.
En algunos casos, se han alegado causas diferentes para algunas supuestas lluvias de peces. Por ejemplo, en el caso de la lluvia de peces en Singapur de 1861, el naturalista francés Francis de Laporte de Castelnau explica que el chubasco tuvo lugar durante una migración de peces-gato, y que estos animales son capaces de arrastrarse sobre la tierra, para ir de un charco a otro; como las anguilas, que pueden recorrer varios kilómetros en los prados húmedos, o los lucios que van a reproducirse en los campos inundados. Además, explica que el hecho de haber visto los peces en el suelo inmediatamente después de la lluvia no es más que una coincidencia, ya que normalmente estos animales se desplazan sobre el suelo húmedo de rocío, o después de un chubasco o una inundación.

sábado, 2 de octubre de 2010

viernes, 1 de octubre de 2010