Poesías

Romace sabiondo

Un gran sabio muy atento
sin rencores ni por qués
te lo digo, no te miento
esto dijo alguna vez:

"En la mente está el talento
no en las manos ni en los pies
si lo opuesto digo miento
pues lo bueno es el saber".

(Gabriel Jesús Pérez Trujilllo) 


Poema del amor ajeno

Puedes irte y no importa, pues te quedas conmigo
como queda un perfume donde había una flor.
Tú sabes que te quiero, pero no te lo digo;
y yo sé que eres mía, sin ser mío tu amor.

La vida nos acerca y la vez nos separa,
como el día y la noche en el amanecer...
Mi corazón sediento ansía tu agua clara,
pero es un agua ajena que no debo beber...

Por eso puedes irte, porque, aunque no te sigo,
nunca te vas del todo, como una cicatriz;
y mi alma es como un surco cuando se corta el trigo,
pues al perder la espiga retiene la raíz.

Tu amor es como un río, que parece más hondo,
inexplicablemente, cuando el agua se va.
Y yo estoy en la orilla, pero mirando al fondo,
pues tu amor y la muerte tienen un más allá.

Para un deseo así, toda la vida es poca;
toda la vida es poca para un ensueño así...
Pensando en ti, esta noche, yo besaré otra boca;
y tú estarás con otro... ¡pero pensando en mí!

( José Ángel Buesa)


Canción del amor prohibido


 Sólo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuánto amor esconde mi gesto indiferente.

Sólo tú y yo sabemos por qué mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío...
Y aún nos arde en los labios algún beso reciente.

Sólo tú y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.

Y así dos orillas tu corazón y el mío,
pues, aunque las separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen secretamente.

(José Ángel Buesa)

Ven y siéntate

¿Sabes...?

Me gusta verte disfrutar
tras tu hermosura,
cabalgando entre las miradas alienadas
de quienes, al mirar,
temen tu montura.
Y es que yo, yo te tengo libre
y no cautiva;
sencilla
y no altiva.
Acércate a mi vera,
aquí donde la sombra es cálida,
la luz pálida,
y mi sangre desespera.
Ven, acércate a mi aliento
y apóyate en mi costado,
que quiero gritarte al viento
por qué te he esperado.
Ven y siéntate confiada
que no hay mayor locura
que una mujer olvidada.
(J.R. Verona)

 

Poema del renunciamiento

Pasarás por mi vida sin saber que pasaste,
pasarás en silencio por mi amor y al pasar
fingiré una sonrisa como un dulce contraste
del dolor de quererte... y jamás lo sabrás.

Soñaré con el nácar virginal de tu frente,
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar,
soñaré con tus labios desesperadamente,
soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás.

Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás.

Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás.

Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
-el tormento infinito que te debo ocultar-
te diré sonriente: "No es nada... ha sido el viento".
Me enjugaré la lágrima... ¡y jamás lo sabrás!
(José Ángel Buesa)






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