El marido, en su lecho de muerte, llama a su mujer. 
Con voz ronca y ya débil, le dice:
- Muy bien, llegó mi hora, pero antes quiero hacerte una confesión.
 - No, no, tranquilo, tú no debes hacer ningún esfuerzo. 
- Pero, mujer, es preciso - insiste el marido - Es preciso morir en  paz. 
Te quiero confesar algo.
 - Está bien, está bien. ¡Habla! 
- He tenido relaciones con tu hermana, tu mamá y tu mejor amiga. 
- Lo sé, lo sé ¡¡¡Por eso te envenené, hijo de ...!!!

 
 
1 comentario:
Melele
Tremenda gente ésta. jejejeje.
Se estará arrepintiendo de sus hechos durante toda la eternidad.
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